inglaterra-brexit
Cultura Británica

Reflexiones sobre una Inglaterra post-Brexit

Por Verónica de la Cruz, redactora de contenidos en Britania for you

 

“El Brexit no es algo que se pueda relajar, como las restricciones por el covid”, me dijeron hace poco cuando sugerí la descabellada idea de que la estricta nueva política de inmigración podría suavizarse en algún momento. Quizás en un futuro no muy lejano, cuando se empiece a superar la profunda crisis que la pandemia ha traído consigo. Nada en este mundo es inamovible: lo que hoy sirve, mañana queda obsoleto. Vivimos en una sociedad rápidamente cambiante, donde las necesidades de un país también cambian constantemente y la mano de obra en muchos sectores parece escasear.

Pero no quería venir a hablar de predicciones de futuro, ya que desgraciadamente no tengo una bola de cristal por más que me gustaría. Yo no sé si Reino Unido se abrirá un poco más a la inmigración con el tiempo, ni si volverá a solicitar la entrada en el bloque. Lo primero sí me parece plausible a medio plazo, según dicten las necesidades del país. Lo segundo, cada vez me parece más de ciencia ficción. En fin, de lo que quiero hablar es de la Inglaterra que conocí por primera vez aquel ya lejano 2006, de ese país que he visto evolucionar a lo largo de los siguientes años y de lo que percibo ahora una vez materializado el Brexit con todos sus efectos.

Viajando a una Inglaterra fuera de la UE

A simple vista, Inglaterra sigue siendo esa porción de isla salpicada de cuadraditos de distintas tonalidades verdes y marrones que ves desde el avión cuando está a punto de aterrizar. Si tienes suerte, quizás haga sol, pero es normalmente un cielo encapotado y una fina lluvia quienes te reciben.

Pero hay notables diferencias: una de ellas es que en 2006 viajé con mi DNI español y la última vez, el pasado verano de 2021, con el pasaporte. Hace 16 años me marché con lo puesto a buscar trabajo, pero ahora si te vas con lo puesto a buscar trabajo, te deportan. Que se lo digan a aquellas inocentes jovencitas españolas que al ser preguntadas en la aduana por el motivo de su visita a UK, contestaron “Venimos a buscar trabajo”. Los periódicos se llenaron con la noticia el año pasado, que mostraba el contraste de lo que es un antes y un después.  

Los ciudadanos de la UE somos de repente inmigrantes ilegales si no cruzamos la frontera con un permiso de residencia o bien un visado. Cuesta creer viniendo de un país que durante las últimas décadas se ha mostrado tan abierto a la inmigración Europea, recibiéndonos con los brazos abiertos y una sonrisa. Almenos esa es mi percepción, errónea o no.

Lo que antes era indulgencia, ahora es hostilidad. A todo el mundo le desconciertan los repentinos cambios de humor y el de Reino Unido no ha sido para menos. Sus vecinos nos preguntamos: ¿Dónde está aquel país de las Spice Girls y Blur? Las bandas Británicas de pop-rock han sido parte de la banda sonora de nuestra vidas. ¿Y ese Londres donde hordas de españoles acudían en masa a buscar un futuro mejor, aprender inglés, o simplemente vivir una experiencia? 

Pero, ¿Por qué? Las raíces del Brexit

Este giro de 180 grados no ha sido un cambio de la noche a la mañana, el germen de la excepcionalidad Británica se venía gestando silenciosamente. Es una semilla que hunde sus raíces varios siglos atrás, en su pasado imperial. Con esto no quiero, ni mucho menos, meter a todos los Británicos en el mismo saco, pues como en todas partes, hay de todo.

Las generalizaciones no son buenas, pero en este caso creo que para explicar el Brexit, es necesario hablar de ese sentimiento ampliamente extendido en la sociedad Británica. Fue ese sentimiento, entre otros aspectos, en el que los políticos se basaron para hacer campaña y agitar a la población para posicionarse sin medias tintas.

El referéndum del Brexit estuvo muy reñido. Ganó el sí por no mucho, pero tiempo después, muchos ciudadanos parecían arrepentirse de haber votado a favor de la salida de la UE. Se decía que, probablemente, si se hubiera hecho un segundo referéndum hubiera ganado el no.  Muchos dijeron haberse sentido estafados por el repetitivo discurso del gobierno acerca de la inmigración indiscriminada resultante de la libre circulación de trabajadores característica de la UE. Ahora, desgraciadamente, ya es demasiado tarde para todo eso. 

Y así, la vieja y pérfida Albion ha hecho historia. El declive del imperio, del que solo queda la Commonwealth con la reina a la cabeza, la nostalgia de unos cuantos (tal vez muchos), el ansia del gobierno por alcanzar sus intereses como fuera, el contagio de sentimientos patrióticos a los habitantes a través de las instituciones para obtener el apoyo… Y podríamos seguir con una larga lista y debatir sin parar el por qué de la ruptura con el bloque. 

Como comentaba, el pasado verano puse por primera vez un pie en una Inglaterra post-Brexit ya completamente fuera de la UE. Antes de cruzar la frontera, el agente de aduana revisaba mi pasaporte con una expresión taciturna, haciéndome varias preguntas acerca de mi visita: ¿Cuál es el motivo de tu viaje? ¿Cuánto tiempo vas a estar? ¿Qué día vas a marchar? Los ciudadanos de la UE solo pueden permanecer hasta 6 meses como turistas o visitantes, pasado ese tiempo es ilegal continuar en el país.

En esencia, nada y todo ha cambiado. Mientras muchos Británicos siguen mirando con nostalgia su pasado imperial, ahora muchos miramos con nostalgia aquella Inglaterra dentro de la UE. Mientras, seguimos aterrizando entre cuadrados marrones y verdes, arropados por ese cielo gris. Las vistas al aterrizar es algo que, almenos, todavía nos sigue resultando gratamente familiar. 

 

Deja un comentario

Las cookies nos permiten ofrecer nuestros servicios. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies. Más información.